dimanche 19 avril 2020

EL VIRUS QUE ACABO UNA SANA COSTUMBRE

El otro virus que acabó una sana costumbre. Por Héctor Díaz Revelo Nunca se pudo hacer un duelo a causa de él. Comenzaba a propagarse y sin darnos cuenta iba acabando con una incomparable costumbre. Destruía el contacto, la salida, el encuentro, la cita o la simple recreación visual que provocaba desde entonces la estantería. Creo que pasábamos el día pensando en aquel momento. Era una costumbre como un magnetismo que en la mente de chicos y grandes generaba reacciones a granel. Mientras tanto había que vivir con sosiego las actividades diarias. Al atardecer las actividades en la escuela, el trabajo, los autobuses, el supermercado, la terraza, el garaje, paso a paso, de lunes a viernes, desaparecían como resultado de ese raro encantamiento. Había que prepararse y buscar la mejor pinta para salir. Estaba claro que los fines de semana el asunto era diferente. Lo bueno ocurría entre semana. Los jóvenes en medio de las clases y la escuela sabíamos que la experiencia la viviríamos en el mismo lugar, por la misma calle o en la misma plaza. Pero había que soñar creyendo que ese día, al caer la noche algo sería diferente. El gélido frio jamás impidió que esos encuentros se llevaran a cabo hasta que llego él, convertido en un monstruoso virus. Nadie lo había invitado. Era una nueva pandemia que, aunque no causaría pánico ni angustia, nos iba a confinar durante muchas décadas en el seno de nuestros hogares. Su amenaza, sin embargo, no era advertida por los grandes medios de comunicación. La radio era irremplazable y la televisión mostraba sus dientes. Incluso, se cree que hasta ahora nadie repara en lo que él ha causado en grandes ciudades y en pequeños pueblos, como en aquel que me vio nacer. Había para entonces mucha extrañeza y perplejidad. Los mayores, luciendo trajes de moda en su recorrido de arriba a abajo, se veían prestos a saludar en la calle inclusive a sus compañeros de trabajo que acababan de dejar en almacenes o fabricas, en pequeñas tiendas o talleres de artesanías. También listos a saludarse con quienes no habían tenido la oportunidad de hacerlo, apenas unos días atrás. Eran momentos para el reencuentro. En las barriadas, a esa hora, no cesaba la algarabía. Los chicos tampoco pensaban que, al arribar este monstruo tendrían que, sin remedio, ‘meterse’ en casa como animales en fuga por ataque de los depredadores. Ese confinamiento también seria para niños y niñas que corrían tras la pelota, que se escondían unos de otros, que jugaban al futbol y gritaban sin cesar hasta que llegaba la orden de entrar. Había que arreglarlo todo para el nuevo día escolar. En los barrios nada hacía prever que el virus se extendería como verdolaga en playa. Al llegar a España hace un año, noté que ese virus no había tocado sus ciudades y pequeños pueblos. Al morir la tarde, por ejemplo, en Valladolid, que guarda los restos de Cristóbal Colon, el invasor de nuestra América; el paseo, el encuentro, la cita, la salida, el abrazo, el saludo, estaban allí de cuerpo presente. Cientos de seres humanos, al terminar el día, invadían sus calles, como hace décadas en Colombia. Los españoles de hoy vagamente recuerdan tiempos de aislamiento. Hablar de confinamiento para sus mayores, es hablar de algo obligatorio y símbolo de supervivencia. La crónica de la época, ha ido más allá de lo personal, siempre en lo colectivo. Antes de la covid19, como en una procesión, la gente inundaba las principales calles, plazas y avenidas de ciudades españolas. Como en la Colombia de antes. Como un desfile interminable de personas de todas las razas, sexo y condición después de la siesta o del trabajo o de un bocadillo en casa, paseaban por montones en aceras y calles de peatones junto a sus cercanos. Como en la Colombia de antes. Allí, ese virus del que hablo no ha llegado por ahora. Se propagó a mediados del siglo pasado, pero estos peninsulares parecen haber superado esa mala experiencia. Europa entera también fue azotada por él. En fin. Desde hace más de cuatro décadas, al llegar ese virus a Colombia, cientos de jóvenes y viejos han quedado confinados al término de las tardes. También, por estricta supervivencia. No queda otra cosa que meterse o quedarse en casa al marcharse poco a poco ‘el sol de los venados’. Los cielos se niegan a oscurecer de golpe. En el ocaso cientos de nubes de todos los colores despiden el ruido y los paseos. Ya no se puede salir. Los atardeceres en el altiplano colombiano son poco menos que majestuosos. Al llegar este virus de la violencia y la inseguridad el ‘septimazo’ de Bogotá ha quedado en el recuerdo. Nadie sale a caminar por la calle real. La mayoría son hoy turistas. Nadie se quiere exponer a este virus. También se han acabado los paseos por las calles 17 y la 18 de la ciudad sorpresa de Colombia, Pasto. La plaza de Nariño que otrora albergaba a cientos de paseantes, luce a esa hora como un lugar desolado y triste. Nadie se expone. El virus de la violencia y la inseguridad ha llegado. La carrera sexta, la única gran vía de Ipiales, ya no siente pasar a esa hora la carga hormonal de sus adolescentes, ni el despliegue de la moda entre mayores que salían a tomarse, literalmente hablando, la calle y la plaza principal. Se ha perdido todo eso por el virus de la violencia y la inseguridad que aun azota estas ciudades y todas. Nadie controla las hordas de asesinos que pululan en campos y ciudades y que actúan en connivencia con las fuerzas del Estado. La covid19 hace lo suyo temporalmente. También el hambre y la desigualdad han lanzado a las calles a ejércitos de atracadores y asaltantes. Nadie puede ni quiere exponerse. El confinamiento se vive en Colombia desde que otro virus, no menos peligroso e igualmente destructivo, ha hecho estragos en las sociedades contemporáneas: el virus del neoliberalismo. La noche misma es un peligro para la vida. Al volver a experimentar esos recorridos en las ciudades españolas, mi memoria ha rescatado del fondo de los recuerdos aquellos lindos episodios de una bella costumbre. Allí, al terminar el día, ni la televisión ni los juegos electrónicos han evitado la sana costumbre de caminar, pasear y compartir en familia o con vecinos y compañeros de trabajo, en plazas y avenidas. Antes de la pandemia que vive el planeta, las vitrinas lucían iluminadas, los bares y cafeterías estaban a reventar; las terrazas, colmadas como nunca. Era un espectáculo que veía con nostalgia. Todo esto lo tuvimos y los sentimos en Colombia antes del virus de la violencia y la inseguridad. Virus provocado, ya lo sé, y del cual seguramente y como van las cosas, nunca nos escaparemos. Pasará ésta pandemia. Quizás, vuelva la calma. Esas calles, esas plazas, a esas horas del día, jamás serán caminadas, mientras este otro virus de la violencia y la inseguridad exista. Un día no muy lejano habremos de sentarnos a hacer el duelo por la costumbre que se fue y por la tragedia que seguirá llegando.

mardi 7 avril 2020

Rearme de las Utopias? La segunda Marquetalia

Colombia REARME DE LAS UTOPIAS? La segunda Marquetalia. Por Héctor Díaz Revelo. En columna anterior había escrito que el proceso de paz era inocuo si no estaba en orden de prioridades el levantamiento de las 7 bases militares; el desmantelamiento del paramilitarismo, como quiera que se trata del hijo espurio del gobierno; la libertad inmediata de los presos políticos, incluso la de los civiles aun sindicados y no condenados; y la reestructuración del Ejercito Nacional, convertido hace décadas en un ejército de ocupación, entre otros aspectos. Yo, además había dado por hecho que las Farc-ep no harían entrega de las armas sino que tenían como prioridad la dejación de armas, pactada como se puede leer inicialmente en el texto de los acuerdos de Habana; y también lo relacionado con la propiedad de la tierra y la reforma agraria integral, en aras de hacer realidad la democracia directa. La dejación y no la entrega de armas, era según un documento que acabo de conocer, expedido por las Farc-ep segunda Marquetalia, la única e inequívoca condición de corte Marulandiana, que había de preservarse, y que equivale a decir que era para sus seguidores la encarnación del pensamiento del líder máximo de esa guerrilla, Manuel Marulanda Vélez. “…las armas debían preservarse como garantía del cumplimiento de los acuerdos” era la orden de Manuel y esa es una de las causas por la que comenzó la desbandada, el descontento de buena parte de la ‘guerrillerada’ y algunos comandantes, amén de los hechos alrededor de la retención de Jesús Santrich y la exclusión impune de los terceros responsables ante la JEP. Veo una autocritica de las Farc-ep segunda Marquetalia y veo muchos señalamientos contra miembros de los gobiernos pasado y actual; contra funcionarios públicos y contra la que denominan la “camarilla de apostatas de la lucha armada”, sus ex camaradas, los gorditos de las Farc, hoy agrupados en la dirección del partido de la Rosa. Es un largo documento que narra con una prosa bien cuidada las razones que los llevan a hablar del “rearme de las utopías” (N. Isa Conde) frente o como respuesta a los actos de felonía gubernamental y partidaria (sic) de unos desalmados que se centraron en “hacer trizas ese maldito papel” refiriéndose al mamotreto en que constan los acuerdos gobierno y Farc-ep. Entendamos la felonía como una traición de los gobernantes a la palabra empeñada. Es un acto de deslealtad y para el caso que nos ocupa es quizás perjurio, de aquello que se prometió cumplir en el acuerdo de la Habana y que solo ha quedado en el papel, por falta de algo que también se dice en los medios, por falta de decisión política. Es, según el documento, una vulgar burla a lo pactado; irrespeto a la palabra; aniquilamiento de la confianza y, la condenable elaboración de cambios unilaterales de última hora, que han convertido esos acuerdos en el “naufragio de un proceso de reconciliación nacional”. Denuncian una cadena de obstrucciones a lo largo del proceso y durante los inicios de implementación que en pocas palabras es como pasar por encima de un documento que “tiene el rango de documento oficial del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas” dado que como es sabido es a la vez un acuerdo especial basado en el articulo tercero de los Acuerdos de Ginebra. Hablan de constituir un gobierno de transición, de darle vida al Movimiento Bolivariano, de una nueva asamblea constituyente, de la ruptura con la JEP, del libro de Juan Manuel Santos, y no descartan que haya a futuro un alzamiento insurreccional que presione un nuevo acuerdo de Paz, haciendo uso en general de la Rebelión prevista en la Declaración de los Derechos Humanos: “A fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”. Las Farc-ep segunda Marquetalia, al saberse solos en la justicia especial JEP demandan en mi opinión, urgentes explicaciones de la actitud del gobierno de Duque-Uribe al sacar o excluir impunemente a los terceros responsables del conflicto social y armado, entendidos estos como los financiadores de hordas paramilitares; instigadores a miembros de la fuerza pública; y los patrocinadores y determinadores de grandes crímenes y masacres. Acusan a Juan Manuel Santos de ser “el tahúr de la perfidia” por no haber tenido el valor de hacer uso de las facultades extraordinarias otorgadas por la Constitución Nacional para salvar el proceso. Dicen que Néstor Humberto Martínez, ex fiscal general de la nación, “como Leviatán de la Paz ha saboteado el funcionamiento de la Unidad Especial de lucha contra el paramilitarismo”, aspecto reiterativo dada la connivencia entre la fuerza pública y los mercenarios del establecimiento, bautizados por los medios de desinformación de mil maneras que no les quitan su sevicia y crueldad ya conocidas. El cuento del gobierno de Duque de que ‘el que la hace la paga’ lo definen como una “consigna ruin como hipócrita” al tiempo que se preguntan, que si eso es así: si “el que la hace la paga” ¿qué pasa con Uribe, alma de los falsos positivos y de los testigos falsos, impulsor del paramilitarismo que según Memoria Histórica asesinó a más de cien mil colombianos, desplazó violentamente de su entorno a más de seis millones de compatriotas despojándolos, además, de ocho millones de hectáreas de tierra para estimular la renta ganadera y la explotación minera”. Y más: “Si ‘el que la hace la paga’ ¿cuándo pagarán sus crímenes los Gobiernos determinadores y los empresarios sanguijuelas que victimizaron y siguen victimizando con su política económica neoliberal a millones de seres humanos en Colombia? Ellos son los responsables de las muertes causadas por la inanición y la miseria, de los impuestos a los pobres para aliviar la tributación de los ricos, de la desfinanciación de la educación y la salud, y de los tugurios y el desempleo”. En carta enviada a Antonio Guterres la Farc segunda Marquetalia responsabiliza al gobierno del Duque-Uribe de haber modificado el acuerdo, en el transcurso de su implementación normativa. “Es un hecho objetivo, no un recurso retórico, que lo que hoy se exhibe como Acuerdo de Paz de La Habana no corresponde a lo convenido por los plenipotenciarios de las partes. El texto original de este fue mutilado en sus aspectos esenciales por la perfidia del establecimiento” Y aquí, después de revisar el término felonía, es cuando aparece otro término no menos importante y grave atribuido al gobierno: La perfidia. Esa perfidia prohibida por los protocolos internacionales en tiempos de conflicto armado. En el artículo 37 hay prohibiciones específicas de la perfidia: No matar, como se ha matado a más de 180 combatientes Farc-ep; no herir, como se ha herido a cientos de personas civiles al momento de asesinar a mansalva al menos a 500 líderes sociales; no herir o capturar, como se ha hecho con Santrich y otros, que ya hacen parte de la lista de miembros de esa insurgencia; no hacer perder “la fe en el adversario que llevan a creer que tiene derecho o está obligado a conceder protección de la vida en virtud de las normas de derecho internacional aplicables a los conflictos armados con la intención de traicionar esa confianza”. (Texto del primer protocolo adicional a los de Ginebra de1949). Decir que el fiscal “Néstor Humberto Martínez es el cabecilla de la justicia forajida que se tomó a Colombia; que convirtió la Fiscalía en una fábrica de mentiras, de chantaje, de montajes judiciales y en trinchera pétrea de impunidad para los grandes corruptos”, resulto poco con relación a la responsabilidad que le endilgan a lo largo de ese documento de las Farc-ep, segunda Marquetalia. “¿Cómo puede el abogado de los sobornos de los sobornadores de Odebrecht, seguir siendo fiscal general luego de las impactantes denuncias de Jorge Enrique Pizano y del estremecedor epílogo de la vida de ese ciudadano?” preguntan. Muchas de las pérdidas humanas en un acto de desobediencia a las directrices de Tiro Fijo, se dieron por tener más de la gente necesaria en campamentos que serian avasallados por los bombardeos oficiales. Las Farc-ep se autocritican de aquello y lamentan no haber atendido el mensaje y dejar perder la vida, por ejemplo en una de las ocasiones, de 27 de sus comandantes mandos medios, para ellos el símbolo del compromiso y vanguardia. Saludan también a la décimo cuarta conferencia internacional Rosa Luxemburgo. En un escrito parecen cuestionar la actitud de los ‘gorditos’ de la organización en Colombia que posan como parlamentarios hoy, señalando: “… verdades que incomodaron a los reformistas que se conforman con poco; a los timoratos y miedosos –que por esa condición humana– resolvieron no volver a hablar de la toma del poder; a los ilusos que viajan en el bote del parlamentarismo institucional a sabiendas que marchan directo a los cayos rocosos donde terminan varados los sueños socialistas; a los burócratas que estrangulan la iniciativa y la vida revolucionaria, que la limitan y le recortan las alas”. Finalizan señalando que no les queda duda que la ultra derecha y el establecimiento atendiendo órdenes del Pentágono, lograron cambiar el texto original del Acuerdo de La Habana “violentando el principio de toda negociación pacta sunt servanda. Los acuerdos son para cumplirlos. Después de firmados, sus términos no pueden ser modificados”. Entonces habremos de saber con alguna exactitud qué significa: “PACTA SUNT SERVANDA, un postulado básico del derecho internacional donde dice que ‘todo tratado vigente es vinculante para las partes y debe ser cumplido por ellos de buena fe”. El imperativo exacto de este principio es tal que un estado no puede invocar disposiciones en su constitución o sus leyes como una excusa para no cumplir con este deber. « Actualmente este ha sido incorporado entre los principios fundamentales del derecho internacional y del Derecho civil de cada Estado, para lograr la seguridad jurídica. Tambien significa que lo que acordaron las partes contratantes haciendo uso de la autonomía de su voluntad, debe cumplirse entre ellas como si fuera una ley ». Esa derecha recalcitrante y el uribismo, digo yo, lograron entonces la ira de una buena parte de combatientes y comandantes que ahora integran las Farc-ep segunda Marquetalia. Expresan textualmente que esa derecha criminal, esa oligarquía mezquina, ha conducido al país: “a la triste tragedia de la condena bélica contra quienes creyeron de buena fe en que se cumpliría lo pactado”. Los furiosos Uribistas y el mismísimo establecimiento, han sacado o han excluido a los terceros involucrados en el conflicto, es decir a sus amigotes, es decir a sus lacayos, a sus mercenarios, a los patrocinadores sin vergüenza, de matanzas y ajusticiamientos sin orden judicial, en suma, a los paramilitares. “Destruyeron la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, concebida para todas las partes involucradas en el conflicto. Las instituciones del establecimiento, resolvieron que solo era aplicable a la guerrilla y a los combatientes, excluyendo de su jurisdicción a los agentes civiles del Estado, a los determinadores de la violencia desde la cúpula política. Eclipsaron el ofrecimiento de verdad para ocultar la identidad de los verdaderos responsables de las victimizaciones, cuando la verdad es lo único que puede ayudar a sanar las profundas heridas del alma causadas por el conflicto”. Uno se pregunta ¿si las Farc-ep en lugar de la entrega las armas hubieran hecho dejación que no es lo mismo, hubiera ocurrido en el país todo lo que ha ocurrido en torno al proceso? Es necesario un Gobierno distinto que honre la palabra empeñada. Hoy todo el establecimiento debiera estar trabajando en la Reforma Política tal como se acordó, en cómo agilizar la formalización de la propiedad de la tierra, cómo garantizar la reparación de las víctimas del conflicto como obligación del Estado; cómo rodear de garantías la movilización y la protesta social, y en este aspecto cómo frenar tanto asesinato de líderes sociales y de excombatientes, lo cual tiene un impacto mundial estremecedor. Y las bases gringas en nuestro territorio, y el paramilitarismo, y el derecho a la tierra, y el derecho a la educación y salud, y los presos políticos, sobre todo, el sagrado derecho a la vida. Talves sea el tiempo para el rearme de las utopías.