vendredi 6 mars 2015

NO DIGAS QUE LO SABEMOS... PORQUE VENDRáN POR NOSOTRAS.

Por Héctor Díaz Revelo Preguntaba siempre a su madre cómo era posible que su maestra la golpee y que golpee a sus compañeros de clase. De dónde se había aprendido a enseñar o corregir a las malas. En clase, se hablaba algo relacionado con la democracia y los derechos humanos. Cree que por alguna causa nadie le daba razón de tanta violencia en los barrios, en la escuela, en su casa y en las casas de sus amigas. Preguntaba siempre a su madre dónde era posible o más fácil y mejor, aprender sobre el respeto de los Derechos Humanos, quién o quiénes deberían hacerlos respetar. Quería saber si defender los derechos humanos era tan grave en un país acostumbrado a las mentiras en la radio la prensa y la televisión. Quería saber porqué le era tan difícil entender que los padres y madres de sus compañeras de clase las maltraten, golpeen y especialmente las humillen. Quería saber porqué mataban a tantos estudiantes de la universidad por el solo hecho de protestar en las calles o de ejercer liderazgo en sus barrios. Quería saber porqué tantos bachilleres sin universidad y sin trabajo y tantos adultos sin derecho a la salud gratuita y de calidad. Como era costumbre, cada mañana quería saber la respuesta de algo que le tallaba en la cabeza y que no la dejaba tranquila. Todo para no tener que repetir la historia sin saber nada de lo que allí pasaba. La constitución nacional dice una cosa y la realidad es otra. Eso de educación y salud gratis y de calidad para todos, no era sino un sueño. El problema, según escribió en su diario personal, era precisamente ese. Se enteraba como nunca antes lo hubiera imaginado de toda clase de irregularidades de tipo administrativo; del beneficio a unas familias de ricos con plata de todos; que unos agentes del DAS, organismo que depende directamente de la presidencia de la república, engañaban y mataban a muchachos de los barrios populares como si fueran moscas vestidos de guerrilleros; y, que cada día se descubrían más y más fosas comunes, con cuerpos de muchachas y muchachos pobres. Se enteraba también que los hijos del presidente se enriquecían por decisiones de su padre y de sus ministros; que el presidente había chantajeado a congresistas para hacerse reelegir; que habín cambiado un articulito de la constitución; que eran los paramilitares quienes lo habían puesto en el cargo más alto del país a punta de motosierras, lágrimas y sangre; y, que eso de los derechos humanos era un asunto que había que comentar en voz baja. En una página sin número, la pequeña había dibujado una casa grandota, con columnas grandotas, y muchas gradas y luces y flores, en donde contaban el dinero de agro ingreso seguro entre el presidente y su ministro de agricultura, para repartirlo entre sus amigos ricos que contribuyeron a la campaña electoral. Anota que en su historia, ellos -presidente Uribe y su ministro Arias - iban seleccionando cuidadosamente a sus amigos y los amigos de los paramilitares para que fueran recibiendo el dinero de todos, en cantidades grandotas, como grandotas eran sus haciendas y fincas. Al pié había escrito algo que no se leía muy bien, pero que haciendo esfuerzo, se podía entender entre líneas: Esto se lo preguntaré al desayuno a mi madre. Ella sabe todo... Preguntaba siempre porqué los soldaditos mataban a los indígenas como los matan en Nariño, a los Awá y a los Pastos; en el Cauca, a los paeces y guambianos;  o en la costa a los Kankuamos; y, se acordaba de la letra de la canción de Mercedes Sosa hay un niño en la calle, su increible aventura de pan y chocolate, poniendo una estrella en el sitio del hambre (estaba subrayada la canción al final de la pagina de cuadritos y corazones rojos elaborados mientras escribía día a día, noche a noche, segundo a segundo, porque la cabeza le daba y le daba vueltas en busca de respuestas). Porqué todos los Soldaditos eran hijos de familias pobres, porqué debían obedecer y hacer cosas que su mente no les permitía hacer. Soldaditos que, muchas veces ya hacían cosas malas a las que se habían acostumbrado solo por estar obligados a obedecer ordenes superiores.  Soldaditos, hijos de indígenas, negros y campesinos, únicos que castigan cuando se descubren delitos como los falsos positivos o mejor dicho las ejecuciones sumarias o extrajudiciales. Generales y coroneles no son siquiera mencionados. Eso es una injusticia, escribía. Claro eran y son soldaditos hijos de campesinos que en su mayoría eran  hermanos de sus compañeras de escuela que habían llegado a la ciudad de la mano de sus padres corriendo  del horror de la guerra, corriendo del horror de la muerte, corriendo de los ríos de sangre que habían dejado los paramilitares  amigos del presidente en los campos de su hermoso y saqueado país. Veo una estrella, un asterisco o algo así y una frase que decía "... no entiendo porqué tanto escándalo de que Juanes, ese guapísimo cantante de mi país cante en la isla de Cuba, si aquí el problema es de la muerte de la gente pobre al servicio del ejercito y la policía y la muerte de gente que protesta por la desigualdad y falta de respeto a los derechos humanos. Seguramente la visita de una amiga pudo haber interrumpido la narración que les traigo corregida y aumentada claro está,  descifrando lo que el viejo cuaderno con figuras extrañas en sus forros tenía escrito y dibujado. La visita de una amiga creo suponer, porque entre líneas, dice que estaba triste de saber que al hermanito de Lady Joana lo habían matado y que apareció en las noticias vestido de guerrillero cuando no habían pasado más de cuatro días del jueves que los del DAS o del ejercito oficial, se lo llevaron para trabajar en una empresa de la que nunca dijeron su nombre pero que ofrecía por lo menos un salario que era urgente y necesario para la familia. Ella parece regresar a sus páginas con un nudo en la garganta: De mañana no paso. Tengo que preguntarle a mi madre, porque tantas cosas juntas no me dejan dormir ». Eran las siete de la mañana y de nuevo las informaciones hablaban de las masacres de civiles y de la lucha de unas madres de los desaparecidos que fueron golpeadas por la policía para desalojarlas de la plaza central como las desalojaron de sus parcelas los paramilitares amigos del gobierno. La tele no paraba de dar nombres de desaparecidos. Era la primera vez que hablaban de desaparecidos por la presión y luchas de las madres en la plaza y que tres de ellas habían sido conducidas al hospital por la fatiga de la marcha que había durado, según escribió la pequeña en su diario, toda una vida, para referirse a las cuatro horas que habían soportado la lluvia de gases y bolillazos sin parar. La tele decía que unos 20 mil niños y niñas morían en Colombia de hambre y desnutrición y que la violencia contra la mujer aumentaba cada día. Decían que eran más de cuatro mil fosas comunes y no menos de 50 mil desaparecidos. Terminó a sorbos una tasa de café negro, sin leche y sin pan y le dijo por fin: Madre, me puedes explicar todo esto? Ya no puedo dormir de solo pensar que el hombre que me dicen que debería actuar como un padre de todos los colombianos, el presidente, los pueda (sic) mandar a matar. Que el derecho de pensar diferente en éste país y en nuestro pequeño pueblo es un gran delito y que siguen encontrando fosas con restos humanos de civiles inermes. Interrumpida por su madre, minutos antes de salir para la escuela escuchaba muy atenta: Hijita no puedes haber grabado en tu cabecita tantas cosas que pasan. Hasta podrían acusarte de ser guerrillera. No te preocupes. Jamás cosas como estas duran tanto tiempo. La gente se va a cansar, se va organizar, la gente va a pelear en las calles y vas a ver cómo la tranquilidad regresa a nuestros campos y barrios pobres. No le digas a nadie que has grabado en tu cabecita los motivos de tantas cosas malas y sobre todo no digas que yo sé qué es lo que ocurre y porqué ocurre lo que aqui ocurre. Seguro vendrán los del DAS o del ejército también por mi, diciendo que soy guerrillera. Su madre seguía diciendo: Es mejor decir que tenemos, hijita de mi corazón, que tenemos el mejor presidente de los últimos años y que merece ser reelegido. Hijita por favor no digas nada y vete a tus clases tranquilita. Ella, sorprendida con la respuesta suspira y dice por último: Madre, pero si eso lo saben y lo han escuchado en las casas de mis compañeras, igual como tu y yo, ellos también harán lo mismo, ellos tendrán que callarse como nosotras? Callarán como callas tu y como me pides que calle?. De pronto, con una palmadita en el hombro y una nueva explicación que retumbó en la cocina donde apuraba su tasita de cafe negro y sin pan, la pequeña escuchó sorprendida: Cálla te digo. Ellos seguramente callan lo mismo que nosotros, nosotros lo hacemos igual como lo hicieron nuestros mayores, nuestros mayores callaron igualito como sus padres y abuelos y así sucesivamente. Son casi sesenta años de lucha por la igualdad, la soberanía y la inclusión social. Son casi doscientos años en la lucha por la segunda independencia. Por eso hijita, debes prepararte mucho y estudiar, porque un pueblo educado y organizado no será explotado por siempre.    Ella besa a su encanecida madre y cree haber encontrado otra buena razón para estudiar, pero le horrorizaba el mal ejemplo de un gobierno con los ciudadanos, a los golpes y a punta de motosierra. Se aprende lo malo, se pega lo malo, pero sabía que debe prepararse y luchar por la libertad y la justicia social. (al final había dibujado en su diario un corazón y en el centro la palabra Colombia).

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